China es un país, controversial, especialmente ahora que vivimos una pandemia mundial que dio origen en aquel país del lejano Oriente.
Ahora que lo reflexiono creo que fui muy fortuna de ir a Asia por primera vez hace ya 12 años. Cuando tenía 33, y también tuve la fortuna de conocer las principales ciudades de ese enorme país como son Shangai, Beijing, Xi An, Güilin, Yangshuo, Guangzhou y Hong Kong para después ir a Tailandia y a Camboya.
Aquella ocasión viajé con dos amigas muy queridas y mi con mi exmarido. El viaje me dejó muy impactada porque fue mi primer acercamiento a Asia y su cultura, era como visitar otro planeta, su comida, sus masajes, su gente que no hablaba inglés pero ni por equivocación y los pocos que hablaban no les entendíamos un carajo.
Fue un viaje lleno de aventuras extremas, y un par de sustos que ahora me dan risa, pero sobre todo muchas anécdotas entrañables y muchas muy chistosas. Pero lo que más me impactó fue su mentalidad con respecto al mundo exterior y la imagen que tienen de su propio gobierno, que es impensable contradecir, o incluso cuestionar.
La segunda vez que visité China fue a finales del 2014, en esa ocasión fui especialmente a trabajar como maestra de Yoga a la ciudad de Beijing.
Fui durante el invierno después de haber pasado dos meses en India y luego en Nepal, durante una época del año magnífica porque me tocó celebrar el Año Nuevo Chino en febrero, la fiesta más importante de todo el año.
Todas las personas con las que tuve la suerte de convivir en China desde mi jefa, hasta las maestras de yoga y mis alumnas se convirtieron en amigas muy queridas y entrañables. Eso me dio la oportunidad de conocer y entender más a fondo su cultura, su mentalidad y su perspectiva de la vida, porque pude experimentarla en carne propia y desde adentro.
Otra de las anécdotas que viví en ese tiempo fue con un amigo chino que se convirtió en galán después de un rato, él era un alto funcionario del gobierno chino que conocí por casualidad en el aeropuerto de Katmandú, en Nepal, cuando me dirigía a Beijing. Después de varios encuentros en el avión, en las salas de espera VIP y luego en el aeropuerto de Hong Kong donde casi nos deja el avión no hubo más remedio que ponernos a platicar después de tanta coincidencia.
Al cabo de unas semanas de invitarme a salir a comer, a cenar, a bailar, etc. etc. me propuso noviazgo con miras a matrimonio, a lo que con toda la pena del mundo tuve que declinar su propuesta, él trataba de convencerme apelando a que él era un gran partido y representaba el sueño de cualquier mujer china, a lo que tuve que contestarle que justo ese era el problema, que yo no era cualquier mujer china y que lo que menos quería era atarme a ningún hombre, el hombre quedó muy desilusionado y no me volvió a hablar.
Pero sin lugar a dudas una de las cosas más extraordinarias que viví durante ese tiempo en China, fue que me encontré con dos amigas y colegas del mundo del cine; Mayes una de las diseñadoras de vestuario más famosas de hollywood y que en ese momento se encontraba junto con su hermana Martha en Beijing preparando la Película de “La Muralla”.
Por casualidades de la vida (que yo sé que no existen las casualidades), Martha vió un post mío en facebook con una foto de Beijing que decía que allí me encontraba. En ese momento me mandó un mensaje y nos coordinamos para vernos en una estación del metro, para irnos de paseo por la ciudad, un encuentro que jamás olvidaré. Habíamos establecido el punto de encuentro en la puerta C de la Estación del metro llamada Lama Temple. Pero para nuestra sorpresa había 4 Puertas C: la Norte, la Sur, la del Este y la del Oeste, ja ja ja ja, y por poco no nos encontramos, hasta que después de un rato de ir, venir y correr de un lado al otro finalmente vi a lo lejos una rubia abrigada hasta los dientes vestida de negro, nunca olvidaré la emoción que me dio verla, corrí a abrazarla al punto de que salían lágrimas de felicidad de mis ojos.
Yo acababa de salir de una bronquitis terrible por una crisis existencial y financiera que me pegó llegando a China, una crisis tan fuerte que me dejó afónica y casi sin poder levantarme por un par de semanas y que gracias al cuidado de mis amigas chinas pude recuperarme.
Esa fue la primera vez que me atreví a viajar sola en mi vida, sin tiempo establecido, sin vuelo de regreso a México, también fue la primera vez que pasé navidad completamente sola, alejada de todos y de todo lo conocido, sin tener la posibilidad de festejarlo con nadie, porque allá absolutamente nadie festeja la Navidad, así es que tuve que irme a meter a un Starbucks que era el único lugar con ambiente navideño de toda la ciudad, e irme a dormir temprano después de comer unos noodles vegetarianos que es dificilísimo encontrar, porque allá los chinos comen todo lo que se mueva (excepto humanos).
El clima invernal que era normalmente de -10 grados centígrados donde caía a veces nieve, también ayudó significativamente a mi estado de salud emocional y físico. Así es que salir a conocer la ciudad era un acto de valentía extrema para mi.
Todo eso más la lejanía, la soledad, la nostalgia y la falta de dinero me hundieron en una crisis emocional y existencial que me duró semanas y que por más que intenté ocultárselo a mi familia se dieron cuenta y mi papá como siempre salió a mi rescate como buen héroe que había sido hasta ese momento.
Así fue que este encuentro con mi amiga Martha era como ver a un ángel caído del cielo.
Juntas recorrimos todo Beijing, los mercados, conseguimos donde comprar tortillas para preparar quesadillas, me quedaba das enteros en la suite de Martha y Mayes viendo películas y disfrutando con el crew de italianos del equipo de vestuario de la película. Pero lo que nunca olvidaré será una de las visitas más divertidas que hicimos juntas, La Ciudad Prohibida, la cual yo ya conocía porque obviamente fui la vez pasada que estuve en China, pero aquella vez era verano y estaba todo atascado, además el calor era insoportable, pero esta vez todo era diferente. Lo mejor de esa visita fue que encontramos un lugarcito dentro de la Ciudad Prohibida donde por unos cuantos yuanes nos podíamos disfrazar de concubina y reina del emperador, lo más increíble es que una vez disfrazadas nos pusieron frente a un blue screen para hacer un video con efectos especiales donde fingíamos que volábamos por encima de la Ciudad Prohibida y de los lugares más emblemáticos de Pekin.
Un video que nos provocó ataque de risa hasta que nos salieron lágrimas y nos dolía el estómago de tanta risa. Incluso ahora solo de escribir estas líneas se me salen las carcajadas de nuevo.
Así mi estancia en China no pudo ser mejor de no haberme encontrado con mis amigas mexicanas que me hicieron estancia una bendición.