Diario de una mexicana en cuarentena en los Himalayas.

Diario de una mexicana en cuarentena en los Himalayas.

El último grupo que viajó conmigo se regresó a México el 15 de marzo, yo tenía planeado volar dos días después a Grecia a festejar mi cumpleaños número 45 y después tenía ya confirmado un tour en Turquía de 10 días.

Al día siguiente de que mis clientes se fueron me avisaron que el tour de Turquía estaba cancelado y por lo tanto tampoco podría ir a Grecia a festejar mi cumpleaños, sólo me quedaban dos opciones: quedarme en India o regresarme a México.

Para mi buena suerte todos los vuelos que había comprado para ir a Grecia a Turquía y regresar a México me fueron reembolsados en un 100%, por lo que mis preocupaciones económicas quedaron resueltas.

Yo quería festejar mi cumpleaños fuera del país, sola, en un lugar desconocido como lo he hecho los últimos 5 años. Lo más prudente era que comprara mi vuelo a México y salir cuanto antes de India, pero nunca he sido muy prudente en mi vida, y además algo en mi corazón me decía que me esperara.

En ese momento no sabía qué hacer, no tenía muchas opciones, porque Delhi no era el lugar ideal para quedarme, cuando entonces me contactó una chica mexicana que acababa de conocer unos días antes, fue ella quién me propuso ir a Dharamshala, la comunidad tibetana donde vive exiliado el Dalai Lama y que está en lo alto de las montañas del Himalaya.

Yo quería visitar este lugar desde hace varios años, pero por una u otra razón no lo había hecho, así es que no lo dude más y compré mi vuelo a Dharamshala.

Sabía que si venía a las montañas corría el riesgo de quedarme aquí varada por tiempo indefinido, pues las disposiciones del gobierno indio seguramente cambiarían día a día, y con tanta incertidumbre nada era seguro.

Así es que llegué a un pueblo llamado Mac Leod Ganj el pasado miércoles 18 de marzo. 

Mi nueva amiga Sofia, la mexicana, me hizo el enorme favor de reservarme una habitación en un hotel muy céntrico, con una coqueta habitación que parece sacada de una película de bollywood, amplia, con una pequeña estancia y lo mejor; con un balcón que tiene una increíble vista a las montañas nevadas y rodeada de árboles para no ser vista desde afuera por los mirones de los alrededores.

Desde que llegué todo se fue acomodando de manera muy natural y fluida, sin ningún esfuerzo, y sin que yo me tuviera que poner a organizar nada, solo quería que mi cumpleaños fuera especial como cada año. Solo le pedí al universo que como siempre me diera un regalo sorpresa, sin yo esperar nada en concreto.

El día siguiente me lo tomé con calma, salí a desayunar, a tomar un café, y mientras esperaba que se subiera un archivo a mi computadora una mujer que parecía extranjera se acercó a mi para preguntarme de dónde soy, su acento me dijo inmediatamente que era latina.

Resultó ser una mujer de Chile, que después de varias horas de plática interesante descubrí que también es una mujer medicina, meditadora, da terapias de sanación pránica, estudió budismo tibetano, entre otras monerías. Platicamos largo sobre cómo y porqué llegamos aquí. En muy poco rato ya nos sentíamos muy cómodas, compartiendo nuestras historias de vida y experiencias.

Fue uno de esos encuentros mágicos que ahora me pasan más frecuentemente, hicimos tanto click que por momentos parecía que en algunos capítulos de nuestras vidas habíamos tenido una vida paralela. Empezando por el hecho de coincidir las dos siendo mujeres latinas, solas por gusto propio, en esta pequeña comunidad de los Himalayas durante una situación tan crítica a nivel mundial, hablaba de que tenemos más cosas en común de lo que nos imaginábamos.

Le platiqué que mi cumpleaños sería el sábado 21 y que no tenía nada planeado, ella me sugirió ir temprano a la cascada de Bhagsu, porque no está lejos y la vista es espectacular, a mi me encantó el plan, nada mejor que aprovechar para adentrarnos a las montañas y meditar en la naturaleza.

Y así fue, el sábado por la mañana me levanté muy temprano para salir, primero pasamos por un cafecito muy coqueto donde desayunamos café y un buen sandwich de vegetales, la gran mayoría de las tiendas estaban abiertas, la caminata duró poco más de una hora porque íbamos parando para tomar fotos, pues las vistas son espectáculares.

Finalmente llegamos al pueblo de Bhagsu, una villa muy pequeña, más arriba de Macleod Ganj, y comenzamos a subir, el aire que se respira en este lugar da una sensación de paz, de pureza y contención. Nos encontramos pastores con cabras, con caballos, perros callejeros sonrientes, gente amable, y muy pocos turistas, de hecho había sólo dos o 3 indios subiendo, estaba casi vacío.

Llegamos hasta la parte más alta donde se encuentra el famoso Shiva Café, pero decidimos subir un poco más y llegar hasta una zona más alejada de la gente donde el ruido de la cascada es más fuerte y cualquier sonido de humanos se pierden por completo.

Yo iba preparada con cojín para meditar porque pretendía estar sentada por largo tiempo y no quería incomodarme por las piedras.

Encontré el lugar perfecto, me senté, prendí mi incienso y cerré mis ojos. El sonido de la cascada era muy fuerte, sentía que el agua me rodeaba por completo, como si literalmente estuviera cayendo sobre mi cabeza, los escalofríos llegaron porque el aire de la zona es frío y  pensé que era  normal que tuviera frío, pero estos escalofríos eran diferentes. 

De repente me llegó una sensación de calidéz, como si el sol estuviera literalmente dando sobre mi cuerpo y calentándome, una sensación tibia muy confortable.  Sentí como si el agua y las montañas me estuvieran cubriendo, limpiando, abrazando, una inmensa paz me inundó.

A veces cuando medito corren lágrimas por mis ojos sin razón aparente, esta fue una de esas ocasiones, lágrimas inexplicables, sentía que vibraba la piedra donde estaba sentada, sentía que las montañas me abrazaban como si yo fuera su hija. Supe que estaba donde tenía que estár, que había venido hasta aquí para conectar de nuevo con la naturaleza, con mi madre tierra, en un lugar con energía muy poderosa.

Seguían las oleadas de aire tibio me envolvían, sentía que me decían que no hay nada que temer, que las montañas me cuidan y me protegen. Y así pasó más de una hora sin notarlo.

Después me dediqué a ver el río correr, los pájaros volar y las nubes pasar, hasta que decidimos ir a tomar un té chai al Café Shiva. Cuando me levanté para caminar me sentí muy ligera, como si flotara algo pasó, se me cayeron los pesos de encima.

Algo me hizo la montaña, la cascada, la energía del lugar. Después de un rato bajamos porque parecía que iba a empezar a llover, nos encontramos a un niño en el camino, a mi me encantan los niños, y cada vez que veo uno lo quiero abrazar y jugar con él, fue como otro regalo del día.

Seguimos nuestro camino cuesta abajo, para encontrarme con mi amiga Sofía, la mexicana, porque entre ellas no se conocían. Llegamos hasta un famoso restaurante de comida italiana para presentar a mis dos nuevas amigas, me gusta que la gente a mi alrededor conecté y se beneficien unos a otros de los encuentros mágicos, de alguna forma siento que soy como una herramienta de encuentros divinos.

Y así mi amiga chilena se fue con su novio, y yo me quedé a seguir festejando con Sofía.

Después de un rato de seguimos  platicando y filosofando de la vida, después nos fuimos a mi hotel, ella me compró una rebanada de pastel de chocolate, me cantó las mañanitas, después escuchamos música, bailamos cumbia, música ochentena y más, tomamos  vino, me leyó el horóscopo maya y nos divertimos de lo lindo hasta pasada la noche.

Y así fue que comenzó mi auto-exilio en los himalayas. Festejando mi cumpleaños y recibiendo muchas sorpresas de la vida.

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