Yeshua y yo

Yeshua y yo

No hablo mucho de Yeshua (Jesús) fuera de mis clases de Un Curso de Milagros, pero mi conexión con Él es viva, íntima y profundamente amorosa.

Fui criada como católica, luego pasé a ser 100% atea de hueso colorado en mi época universitaria, pero después de vivir profundas crisis existenciales y espirituales muy joven también, comencé una búsqueda interna, sin rituales, sin dogmas de Fe, sin restricciones y especialmente sin ídolos, entonces comencé a desarrollar mi propia espiritualidad y mi propia Fe fuera de templos e iglesias, una espiritualidad viva y cambiante, que ni siquiera sabía que era eso.

A Jesús lo he visto varias veces; en sueños, en visiones durante mis meditaciones, en imágenes que llegan a mi mente de manera espontánea mientras doy terapia y en todas ellas siempre siento que me invade un Amor con mayúscula, porque es tan indescriptible y tan fuera de este mundo que no existen palabras que lo puedan expresar.

Jesús NO es un ídolo para mí, es más bien mi maestro, mi guía y mi consejero silencioso, que me ha sorprendido enormemente porque siempre aparece cuando más lo necesito.

Sé que todo esto que trato de explicar jamás emulará en ustedes mi experiencia directa. Porque las experiencias místicas son inefables. Pero por primera vez en la vida me ha nacido este impulso de compartir esto que es tan íntimo mío y que llevo sintiendo desde hace muchos años.

Yo no cargo crucifijos, ni tampoco tengo cruces en mi casa. Para mi Jesús vino a enseñar vida, no muerte, vino como mensajero de lo eterno, no de lo perecedero. Jesús vino a recordarnos que el dolor no es el final, sino la antesala del milagro, por eso me niego a recordarlo en una cruz. Vino a demostrar que la verdadera riqueza es del alma, y se expresa cuando compartes.

Aprendí gracias a Jesús y al Curso que la vida solo se puede vivir de dos formas, con miedo o con Amor. Y que ambos sistemas de pensamiento no pueden coexistir, y que ambos darán siempre un resultado completamente opuesto en la vida.

Nuestras decisiones y nuestras vidas dan testimonio de nuestras creencias y de nuestro sistema de pensamiento. Uno está guiado por el ego, o por el miedo y el otro por el espíritu o por el Amor.

Mi vida y lo que soy es un resultado de eso, de intentar luchar contra mi ego, contra el miedo que pueda surgir en mi mente, porque el miedo es un intruso, que se apodera de toda tu casa, que es tu mente, y cuando le abres la puerta al miedo, dejas de vivir, y solo empiezas a sobrevivir.

Gracias a Jesús y al Curso aprendí que el cielo no existe en ningún lugar del universo, que solo existe en la mente, y que somos nosotros y nadie más los responsables de su creación, somos nosotros con nuestros pensamientos los que creamos el cielo así como el infiern; vivir con miedo, a enfermarte, a envejecer, a morir, a perder lo que tienes, con desconfianza, con resentimiento, celos, envidias, enojos, y especialmente culpa es vivir en el infierno y eso no es vida, en cambio vivir con confianza, con paz, con alegría, con diversión, sin tomarnos las cosas demasiado a pecho y haciendo lo que realmente quiere tu corazón es vivir con Amor y eso es el cielo. 

Del Curso aprendí que todo lo que das a los demás en realidad te lo das a ti mismo. Que todo lo que le niegas a los demás en realidad te lo niegas a ti mismo. Críticas, exigencia, juicios, rechazo, o aceptación, empatía, amabilidad, gentileza, generosidad, lo que sea es a ti mismo a quien se lo estás dando todo el tiempo. Y que la falta de reconocimiento de esto es la única verdadera causa de tanto mal karma y de tanto sufrimiento. 

De Jesús aprendí que nada te puede realmente hacer ningún daño a menos que tu lo permitas en tu mente, porque no somos un cuerpo; y darte cuenta de esto es obtener la verdadera libertad.

Soy lo que soy y he hecho lo que he hecho de mi vida, con plena confianza, gracias a Jesús y al Curso de Milagros, he dejado de ver un mundo del que me tengo que cuidar o proteger, he dejado de tenerle miedo al mundo, porque por fin he aprendido a dejarme guiar, pues sé quién camina de mi mano y quién es mi verdadero proveedor, sin miedo a perder, sin miedo a fracasar, sin miedo a morir, sin miedo a enfermar (o a engordar, porque pareciera que eso es la nueva peor maldición de la vida), porque he comprobando que nosotros realmente somos el soñador del sueño.

Jesús nos enseñó que el poder es interno, y no externo, que la verdadera felicidad no llega a través de conseguir todo aquello que el ego te convence de todo lo que necesitas para sentirte amado, aceptado, y valioso. Que ni el status, ni la riqueza, ni los lujos, ni los títulos, ni la belleza, ni la juventud, ni tus relaciones, el poder,  o la importancia llenará ese vacío interno que tanto anhelas llenar. Sino que solo recordando quién en realidad eres y reconociendo de dónde vienes, es cuando entonces la magia sucede, y te vuelves un ser libre, libre de los espejismos del mundo, y esa libertad es la te hará sentir la verdadera felicidad porque procede de tu interior y no del exterior.

No cambies tu libertad por baratijas que la sociedad te vende para ser feliz, exitoso, valioso o importante, porque todo eso durará solo por un rato y después tú ego te convencerá de salir a buscar algo más que te haga sentir eso de nuevo.

Jesús vino a cuestionar todo lo establecido. No creyó en nada de lo que le enseñaron. Nos mostró que no somos cuerpos, ni roles, ni historias pasajeras.

Somos espíritu, completos, inocentes y eternamente amados.

Que no hay lucha, ni sacrificio, ni pruebas que superar para “merecer”.

Solo hay que recordar quiénes somos realmente.

Jesús nos enseñó la muerte que no muere, el amor que no acaba, y que el cuerpo cuando se pone al servicio del espíritu (Amor) y no del ego puede encarnan milagros.

Él no vino a fundar una religión.

Vino a demostrarnos que el Amor a través del perdón es el camino más rápido de regreso a casa.

Y que todo lo que buscamos… ya vive en nosotros.

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